Amigos de la Taberna, hoy les traigo un hallazgo poderoso: “Out of the Dark” de Mentalist, banda integrada por cinco músicos con pedigree, entre ellos Thomen Stauch, ex‑baterista de Blind Guardian, que vuelve a repartir mazazos con la contundencia que lo hizo leyenda.
La letra se sumerge en las cenizas de la historia humana —esas ruinas de belleza devastada por guerras y fanatismos— y nos recuerda que, aún en el corazón del conflicto (piensen en lo que hoy arde en Irán, Palestina o Israel), hay un canto de integridad que nunca muere. No es un manual de geopolítica, sino un eco de esperanza: “Out of the ashes you were born to live and die with hope and lunacy…”.
Así que, mientras las trompetas de la indignación resuenan por doquier, este himno heavy nos invita a cerrar los ojos, respirar y mantener vivo el anhelo de luz. Porque, al fin y al cabo, salir de la oscuridad depende de creer que aún somos capaces de soñar.
¡Salud, y que no nos falte el metal ni la memoria! 🍻
Amigos de la Taberna, hoy les traigo una joyita de sátira power-metal que nos teletransporta al Paleolítico para darnos un buen sacudón moderno. Imaginen al hombre primitivo, que no tiene uso del lenguaje, no escribe y apenas piensa. Un día descubre que golpear rocas con cierta cadencia genera un ritmo, luego descubre que su garganta puede emitir un sonido sobre ese ritmo, y grita sin afinación sobre el estruendo de estas rocas… y luego comparen ese estruendo con los beats de hoy. Porque, queridos parroquianos, “la sociedad actual tiene coprofagia cultural y Bad Bunny es su McDonald’s”: comemos basura sonora sin pestañear.
En este temazo, “Welcome to the Stone Age”, nos advierten con aquella sabiduría de Papo: “Los países del mundo que están bien, sin problemas, escuchan blues y rock and roll. Los países que caen en desgracia escuchan cumbia (reggaetón, para este caso).” Brutal, ¿no? Es como si el hombre primitivo hubiera inventado el ritmo para, siglos después, involucionar hasta una pista de reggaetón sin sentido.
Si quieren adentrarse en el oscuro inframundo de la música de los trogloditas, con un puñado de riffs afilados y una buena dosis de mofa a la moda musical, no se lo pierdan. Denle al play, alcen sus cervezas y comenten: ¿Ya no hay retorno para esta involución cultural o todavía estamos a tiempo? ¡Salud y bienvenidos a la Edad de Piedra!
Amigos de la Taberna, hoy les traigo un trago de adrenalina cortesía de los suecos Dynazty y su tema “Achilles Heel”, sacado de su disco Final Advent (2022). Pónganse cómodos, pidan una pinta y prepárense para un viaje donde la fuerza bruta choca con la vulnerabilidad más inesperada.
¿De qué va esto? Imaginen al más pintado de los héroes, con una confianza de acero… hasta que una flecha lo deja con las alas recortadas. Dynazty no se anda con vueltas: riffs que cortan como lanzas, una base rítmica que te sacude el pecho y Nils Molin pasando de un agudo limpio a un gutural con la misma facilidad con la que cambiamos de cerveza en la barra.
“The fire is dying / I’m stripped to reveal / The fall of a lion”
Ese instante en que la llama interna se apaga y nuestro héroe queda al descubierto, recordándonos que todos tenemos nuestro “talón de Aquiles”.
No esperen baladas introspectivas: aquí la música empuja hacia adelante, con solos que te hacen levantar la jarra y proclamar “otra ronda”. La letra toma prestado el mito de Aquiles para hablarnos de derrotas propias y de cómo, a veces, la grieta más pequeña en nuestra coraza es la que define todo.
¿Por qué escucharla en la Taberna? Porque en este antro celebramos tanto la victoria como la caída épica. Brindemos por esos momentos en que creímos invencibles… y aprendimos a levantarnos más sabios (o al menos más animados).
Así que ya saben: suban el volumen, alzen sus vasos y dejen que “Achilles Heel” les recuerde que, tras cada flecha certera, siempre hay nuevo camino por recorrer. ¡Salud, camaradas!
Queridos amigos de la Taberna, hoy les traigo un proyecto que vengo escuchando hace rato: Wonders, una banda de esas que no son tan conocidas, pero que cuando las descubrís te dan ganas de gritar “¡¿cómo no escuché de esto antes?!”.
En los gloriosos '90, había una regla no escrita en el power metal: si comprabas un CD del género, había altísimas chances de que Kai Hansen estuviera metido. El tipo estaba en todos lados, como el Droopy del metal. Participaba en discos propios, ajenos, colaboraciones, proyectos, giras... ¡todo! Y lo mejor de todo: donde aparecía Kai, la calidad era un hecho.
Siempre me lo imaginé así: el tipo salía de su casa en Alemania, pasaba por una panadería, compraba una docena de facturas (sí, esas piezas gloriosas de masa dulce que en Argentina llevamos cuando vamos a tomar unos mates con amigos), y en lugar de ir a una reunión familiar, se iba a una grabación. Y caía con las facturas, sí, pero también con solos, riffs, coros a tres voces y un poco de magia bajo el brazo.
Hoy, ese rol de invitado estrella, de garantía de calidad en cualquier proyecto donde aparece, parece haberlo tomado el gran Bob Katsionis. El griego no solo toca, también produce, arregla, mezcla, y seguro hace el café. El tipo está en todos lados, y siempre suma. Siempre.
La canción que quiero compartir con ustedes hoy se llama One Million Miles, y tiene ese gustito a power melódico moderno que mezcla la épica con el desencanto… la esperanza con la duda. El tipo que canta no está salvando reinos ni montando dragones: está digiriendo traiciones. “Told me lies time after time / These are things which I despise” dice, sin vueltas. Y uno no puede evitar pensar en cuántas veces nos tuvimos que bancar lo mismo… en la vida, en el laburo, o incluso en el mismo bar donde estamos tomando una cerveza.
Pero lo bueno de esta canción —y del power metal bien hecho— es que ese dolor se transforma. El fuego quema pero también ilumina. “Night divides the day”, canta, como quien dice que incluso en la oscuridad hay una línea que separa lo que fuimos de lo que podemos ser. ¿Y saben qué? El teclado de Katsionis ahí no acompaña: levanta vuelo. Te agarra del cuello de la camiseta y te sube al estribillo para que grites con él “A million miles, you're trying to hide”.
Queridos amigos, hoy les traigo a nuestra Taberna una canción que no sólo ruge con guitarras y pólvora, sino que además arrastra una historia que conecta imperios, islas y decisiones que cambiaron el mundo para siempre.
Se trata de "Back to Iwo Jima", de la banda sueca Civil War—formada por exmiembros de Sabaton—, y créanme que la letra tiene más peso que muchos libros de historia.
Pero antes de irnos de cabeza al Pacífico, hagamos una escala rápida en el año 332 a.C., con un tipo que no sabía perder: Alejandro Magno. El joven macedonio se topó con una ciudad-isla llamada Tiro, amurallada, rodeada de agua y bien defendida. ¿Qué hizo? Decidió construir un maldito dique desde la costa hasta la isla. Piedra a piedra. Bajo flechas, fuego griego y todo lo que les tiraban desde arriba. Seis meses después, entró, arrasó y dejó una lección grabada a fuego: a veces, conquistar un pedazo de tierra cuesta más sangre que lo que parece valer. Pero una vez que arrancás, no hay vuelta atrás.
Ahora avancemos un par de milenios.
Año 1945, la isla se llama Iwo Jima y los que están por desembarcar no son hoplitas, sino marines estadounidenses. Enfrente, soldados japoneses metidos como topos en túneles volcánicos, listos para morir antes que rendirse. Duró más de un mes la carnicería. Murieron miles. Y ahí fue cuando los que tomaban decisiones en Washington—al ver el precio de una isla perdida en medio del Pacífico—se preguntaron: "¿Qué va a pasar cuando intentemos invadir Japón mismo? ¿Cuántos van a morir? ¿Millones?"
Y entonces... lo sabemos. Hiroshima y Nagasaki se convirtieron en el final más brutal de esa lógica: si conquistar Tiro costó seis meses y sangre, mejor destruimos todo desde el aire antes de intentarlo de nuevo.
Y acá es donde entra Civil War con su tema. No hacen un canto a la gloria ni al heroísmo vacío. Lo que nos entregan es el grito ahogado de un soldado que no puede dormir. Que vuelve cada noche, en sueños, a esa isla maldita:
"I wake up every night and I scream after light
As I feel Iwo Jima again."
No hay redención. No hay desfile. Sólo fuego, recuerdos y un eco que no se apaga.
Así que, amigos, los invito a escuchar esta canción, no como quien busca adrenalina en un riff, sino como quien escucha el murmullo de los que cargan con lo que otros prefieren olvidar.
Suban el volumen. Sirvan otra ronda. Y que retumbe en los muros de la Taberna este grito que vuelve… Back to Iwo Jima.